Ya hace 5 días que nos fuimos de Lisboa. La despedida fue tranquila, con una llovizna muy parecida a la que caía el día que nos mudamos de casa la vez anterior a esta. Hubo algunas lágrimas, pero casualidad o no: Mími siempre decía algo que me hacía reír y así me distraía.
Partimos ella y yo en el tren, como unas reinas en un vagón casi vacío de primera clase, cortesía de nuestro corazón papá/marido. Teníamos disponibles 4 butacas enormes y una mesa, las cuales Mími exploró por unos minutos para luego venir a mi llamado y acurrucarnos muy apretaditas en un solo lugar.
Mími estuvo genial, se tomó un biberón en mis brazos, "leyó" cuentos en el Ipad y luego jugamos y reímos los últimos minutos del trayecto. Salió el sol cuando nos acercábamos a nuestro destino y me subió mucho el ánimo.
Llegamos y tocaba correr a tomar el autobús. Se demoró 40 minutos en llegar. Mími se durmió en mis brazos, así que luego me tocó llevarla en la manduca además de mi mochila y mi bolso. La gente me veía asombrada, parecía un burrito de carga.
Luego el taxi. Llamar, esperar, partimos y Mími abrió los ojos, vio el camino lleno de pinos y eucaliptos y se emocionó ¡Cata de abelo! Poco a poco ha ido entendiendo que ahora es su casa también.

Desde entonces mis días han sido limpiar suelos y ventanas, sacar cosas de cajas y atender a Mími. Siento que no me rinde el día en absoluto. Ya está casi todo en su lugar, pero aun falta ordenar nuestro ropero y armar nuestra habitación.
Hace muchísimo frío en la casa, mucho, tal cual me imaginaba. Las ventanas son viejas, los vidrios muy finos, y no hay ningún tipo de calefacción (ni chimenea). Tenemos un par de radiadores, pero ya estoy pensando cómo podemos hacer para estar más cómodos. ¿Una salamandra tal vez?
Estamos durmiendo los tres juntos, y nos quedamos en la cama hasta las 9.30am, yo me niego a salir de la manta antes. Por lo menos cuando hace sol se puede estar fuera de la casa y es muy agradable, pero apenas se oculta hay que correr a cerrar todo.
Lo que más amo hasta ahora es ver a Mími contenta con los animales, le llevamos los restos del desayuno a las gallinas y los del almuerzo se los damos al gato del abuelo, que viene mucho a jugar en el patio de nuestra casa. Y es muy, muy desconfiado, pero Mími no se rinde, se sienta cerca y lo llama con cariño, le habla mucho, le entiendo poco porque es casi un susurro, pero siempre dice "ven, jugá" y a mi me produce una alegría única.
Hoy fuimos al pueblo, al mercado semanal a comprar frutas y vegetales. Pasamos por la biblioteca (el padre salió maravillado) y comimos en un restaurante de esos portugueses donde todo sabe a hecho por la abuelita y pagas 6€ por la comida completa más bebidas y café ¡yeah!
Ahora me voy porque acaba de llegar el señor que estaba adaptando nuestro calentador del agua, que es como nosotros muy "urbanito" y solo funcionaba con gas directo. Lo adaptaron a la fuerza, nosotros por lo menos tenemos tiempo para decidirnos.. Sería un milagro si ya hoy pudiéramos bañarnos con agua caliente.