Esa fueron las tres protagonistas de la semana.
Miranda tuvo su primera fiebre desde que llegó a casa. Estuvimos el papá y yo enfermos del estómago el fin de semana pasado, y ya el martes fue el turno de la chiquita. No pasó mucho más que un accidente de pañal desbordado bastante desagradable y más tarde fiebre que llegó a 38.9 :(
Llamamos por primera vez a un número de atención de salud que funciona aquí en Portugal, para evaluar con la enfermera-operadora si era recomendable llevarle a urgencias. La respuesta fue no. Al día siguiente como la fiebre no mejoraba, fui hasta el centro de salud y le marqué una cita con nuestro médico de familia. (A.K.A La joya). La examinó mientras Mími tenía pánico y gritaba a todo pulmón, ya comenzaron a darle miedo las batas blancas. Nada importante, solo un virus común, agua y paracetamol.
El jueves ya estaba como nueva.
El viernes tuvimos fisiatra, quedamos pendientes de vernos luego de que en enero la visitáramos preocupados porque la chiqui aplaudía con la mano izquierda escondida a un lado. Esta vez le mostramos que ya lo hacía como una pro, que ya escala muebles, dice que no con el dedito y con la cabeza, apunta, y se queda en pie sin ayuda. Quedamos todos contentos y satisfechos.
Al mismo tiempo que Miranda comenzó oficialmente a tenerle miedo a los médicos y enfermeras, yo he comenzado a sentirme diferente cuando entro al hospital que fue su hogar los primeros tres meses. Al principio iba toda tranquila, contenta de mostrar los avances de Mími, saludar a los "tíos"... entre otras cosas, esta vez se me hizo muy pesado el ambiente... niños con problemas serios en fisioterapia, familias angustiadas con sus hijos en terapia intensiva, niños que han tenido tan pero tan mala suerte... hasta sentí ganas de entrar al consultorio antes de tiempo y decirle a la dra. que no era necesaria la cita, que le dieran el turno a alguien que lo necesitara más... que sé que una de estas citas de especialidad son difíciles de obtener... pero bueno, ya era muy tarde.
Somos muy afortunados. Aun no entiendo como salimos tan bien de tan complicado panorama...
Hoy hemos ido a una clase de natación para bebés. Le pregunté a la fisiatra si le parecía buena idea y me dijo que como Miranda no ha tenido nunca problema de oídos entonces sí, que era muy buena idea.
Yo estaba nerviosa, no sabía qué esperar, me imaginaba que la sumergieran en el agua y me entrara un cabreo enorme.. pero nada más lejano a eso, la clase fue ¡maravillosa!.. la profesora un sol, el ambiente de nuestra piscina local (ya los papás habíamos nadado allí) muy tranquilo, y además las otras dos niñas que estaban en la clase de hoy son amigas de Miranda del parque.
La Mími tenía su expresión de seriedad que ahora no quita, miraba a su alrededor estudiando aquella bañera XXL.. "..entra mamá al agua, todo bien, quién será esta que se está acercando tanto, noooo que no me agarreeeee mamáaaa" la profesora me la devuelve rápidamente y Mími se calma de nuevo, me dice que es normal, que aun está en la edad en la que solo se siente segura estando muy cerca de su madre, pero que poco a poco va a ir sintiéndose más confiada y se irá soltando.
Unos segundos después estábamos haciendo los ejercicios que la profesora indicaba, Miranda se fue relajando y comenzó a disfrutar, movía los brazos, las piernas, hacía ruiditos, yo estaba eufórica de alegría jajaja... ¡fue un éxito! salimos a realizar la inscripción, que además como es una piscina pública nos sale muy barato.
Durmió la siesta como un tronco después de eso, pero del tema mejor no escribo, que llevamos tres noches de pesadilla... he estado culpando al diente del infierno que le está saliendo, pero ya no sé qué pensar... eso lo dejo para otro post.