A nuestro querido amigo, el Biberón

Anoche fue la primera noche en la que mi pequeña voluntariamente se fue a la cama sin el biberón.

Por la tarde en el café, surgió la conversación de las caries y le comentamos que el tomar biberón  por mucho tiempo estaba entre las causas. Se quedó pensativa por un momento y luego dijo muy seria y resuelta "No voy a tomar más tete, porque no quiero que se me mueran los dientes con las caries".

Su padre y yo nos miramos, yo no quise pensar mucho, porque estaba a punto de llorar. El biberón es lo último "de bebé" que queda en nuestras vidas.

La noche llegó. A la cama, leche en un vasito y las historias de antes de dormir. Yo escuchaba a su padre leerle desde mi habitación, con el oído atento a la palabra "tete", y no podía evitar llorar de melancolía.

Gracias querido tete! Tan ligeramente juzgado por estos días, por muchos que se olvidan de cuántas vidas has salvado. Muchos de esos, apenas sus hijos vieron la luz de la vida pudieron tener el pecho de su madre disponible. No conocen otras realidades.

Fueron cuatro años muy importantes, cuatro años ayudándonos a alimentar a nuestra hija.

Cuatro años aliviando hambre de la manera más parecida a lo que es natural, ayudándole a relajarse antes de dormir, a calmarse cuando se hacia daño o estaba triste por algo y corría a mi acomodándose en mi pecho y pidiendo a su querido tete. Porque sí, las madres también nos conectamos con nuestros hijos en esos momentos cuando damos biberón.

No sé si lo volverá a pedir, yo le voy a recordar su decisión, pero no voy a negárselo si aun lo quiere. Son pasos enormes dados por una pequeñita que como siempre, nos sorprende.

Siempre he dicho que no iba a extrañar nada estar preparando y lavando biberones, y esa parte es cierta, pero sin duda voy a extrañar siempre los momentos especiales que el acto de darle el biberón con amor a mi hija me regaló.