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Nuestra "boxeadora" a pocas horas de nacer, tomando sol en pleno invierno.. |
Martes 4 de enero del 2011.
Me desperté después de dormir por minutos interrumpidos por mis ganas de orinar o por el ruido de las enfermeras cuidando a las demás pacientes. Me sacaron dos muestras de sangre y me dejaron en ayuno, no sabían si tenían que subirme a quirófano en cualquier momento.
De repente entraron 4 doctoras a mi cubículo. Habló mi "Doctora favorita". Me dijo: "Verónica mañana tenemos que sacar a la niña". Yo comencé a llorar desconsolada, no me importó nada, no podía parar de llorar. Escuché entre mi llanto cuando la cirujana le dijó: ¿Llamamos apoyo de psiquiatría? Mi Dra le respondió que no.
Me calmé un poco. Ella me dijo: ¿Pero qué esperabas? yo le respondí con toda mi inocencia y sinceridad que esperaba poder estar así de reposo por lo menos hasta la semana 27. Ella muy dulce me dijo que no. Que era un riesgo para ambas seguir esperando, la niña podía quedarse sin líquido y no darnos cuenta. Y que ella quería que fuese operada por los especialistas que estaban alrededor de mi cama en ese momento.
La cirujana me levantó la bata y empezaron a analizar la manera en la que me abrirían. Me preguntaron si estaba consciente de que lo más probable era que perdiera el útero, les dije que sí. Luego me dijeron que tratarían de salvar a la niña, pero que estaba muy difícil, porque era muy frágil y la maniobra que tenían que hacer para sacarla de entre los miomas podía ser fatal. Llorando les dije que no, que me cortaran toda si era necesario, pero que salvaran a mi hija. Mi Dra. me agarró la mano, me secaba las lágrimas, me dijo mirando a la cirujana que harían todo lo posible.
Firmé un papel donde dejaba constancia de saber que podía perder el útero, morir desangrada, perder a mi bebé, morirme por infección, y varias cosas más que me hicieron reírme entre lágrimas. El médico joven que me pidió la firma me miraba incómodo.
Llamé a mi marido, le di la noticia. En realidad solo le dije, "Amor, es ya" el pobre casi sale corriendo..
La chica de la cama de al lado, en reposo con mellizas, se me acercó para calmarme un poco, y para decirme que todo iba a estar bien.
Una hora después me bajaron para hacerme una ecografía. Calcularon que el feto pesaba 700 gramos. Tenía ya algunos movimientos respiratorios que emocionaron a mi Dra. ella le decía a la cirujana: ¡Viste! ya hasta puede respirar un poco..
Esa noche mi hermana y Fla trataron de calmarme. Ya no los vería hasta después de salir del quirófano. Veía la angustia en sus ojos. Yo estaba vuelta una bola de nervios, por mi niña, por mi vida.
Dormí poco. Abrazada a mi barriga por última vez. Miranda debía sentir mis nervios porque finalmente la sentí moverse de nuevo. No paraba. Yo le hablé, le dije que lamentablemente tenía que nacer ya. Que la barriga de mamá se había dañado pero que estaban preparando una para que terminara de crecer calentita. Le expliqué cómo se respiraba. Le rogué que luchara. "Tu conmigo y yo contigo bebé".
El día 5 de enero del 2011, (Hoy hace exactamente 11 meses), en una mañana helada, a las 6am dos enfermeras me dieron un baño en la cama, me rasuraron y me desearon buena suerte.
A las 9am me subían a quirófano. Me recibió una anestesista alarmada porque aun no tenía mi historia clínica. Me hizo varias preguntas y mandó a callar a todos los más de 10 médicos que habían en el lugar. Les dijo que necesitaba concentrarse para ponerme una epidural, que se olvidaran de que me iba a colocar anestesia general desde el principio (ya el cirujano tenía el bisturí en la mano), porque afectaría a la pequeña. Yo le dije que si, que tenía razón y firmé un papel que ella me acercó.
A mi lado un enfermero que ya había conocido me decía que el recibiría a la niña. Lo vi encendiendo la lámpara calefactora de una incubadora de transporte enorme. En ese momento la realidad se hizo más evidente que nunca.. estaba teniendo a mi hija. Mi maternidad se encuentra comunicada por un túnel con el edificio del hospital de niños donde mi hija estuvo internada. Uno de los mejores de Europa en relación a atención a los prematuros.
Me sentaron para colocarme la epidural. Demasiado delgada y débil, sudaba y temblaba. Mientras tanto dos enfermeras me hacían vías nuevas en las manos, porque las antiguas en los brazos no estaban funcionando muy bien. Por mis nervios me pinchaban pero no encontraban las venas. Se disculpaban, me preguntaban si me dolía mucho, yo les respondía que en menos de 5 minutos me iban a abrir de lado a lado así que dos agujitas eran lo de menos..
Llegó mi Dra., entró a la sala y yo le sonreí. Ella me hizo un saludo a través del tapaboca bajando la cabeza.
Otras doctoras que me habían atendido en las urgencias, a lo largo del embarazo, estaban también. La primera que me mandó a casa con " Incontinencia" fue una de las que participó directamente en la cesárea, los demás estaban como observadores.
Con la epidural puesta me acostaron en la camilla. Tenía el típico terror de que empezaran a abrirme sin haber hecho efecto la droga. La anestesista me calmó poniendo una gasa con agua fría en mi barriga para que viese que ya no sentía nada. Dio la orden de comenzar y se quedó a mi lado, sostenía mi cabeza y me narraba lo que iba sucediendo, otras enfermeras me agarraban cada una de las manos. Yo las apretaba con mucha fuerza, porque cuando comenzaron a buscar a la bebita dentro del útero, tenían que moverme bruscamente.
Me pidieron que me relajara un poco, que estaba muy tensa. Yo veía el reflejo distorsionado de mi interior en la lámpara del quirófano, sentía como me cortaban por dentro sin que me doliera, sentía las manos buscando espacio para sacar a Miranda de ese desastre, y vi algo largo salir, como un cordón umbilical; comencé a recitar un mantra para calmarme cuando la angustia me llegó al máximo. En ese mismo momento la anestesista me dijo que iba a ponerme un poco de oxígeno. Inspira. Out.
11:02, Miranda nació. Índice de Apgar muy pobre, la reanimaron, la intubaron y se la llevaron a los intensivos. Su padre casi se desmaya cuando la vio salir, diminuta, perdida en medio de una enorme incubadora.
A las 13.30 abrí los ojos de nuevo. Una enfermera estaba a mi lado: ¿Y mi hija? fue lo primero que pregunté. Se la llevaron a los servicios neonatales, no sé más nada, me contestó. Yo tenía una nueva transfusión de sangre y una de plasma conectada en las venas.
Vino mi Dra. ¿Me quitaron el útero? Sí. Ok... tuve miedo de preguntar más.
Levanté la manta que me cubría. Vi mi barriga plana. Quería saber si estaba produciendo leche, no sabía cómo funcionaba eso a las 25 semanas de gestación. Me apreté un pezón y salieron unas gotas.
A las 3pm me sacaron de recuperación del quirófano. Encontré a mi Fla esperando por mi en la puerta. Me miró con tanto amor. Me mostró la primera imagen de nuestra hija. Una "boxeadora" rojita, llena de tubos por todas partes. Estaba viva. Ya éramos padres. No sabía qué iba a pasar. No quería pensar demasiado. Le pregunté ¿Por qué es tan negrita? el me sonrió y me dijo que era por la bilirrubina, pero que ya le habían puesto una lámpara especial. Nos agarramos las manos con fuerza, nos miramos sin decir nada hasta que nos separaron para llevarme a otra sala.
Me llevaron a recuperación de partos. Estaba rodeada de mujeres que acababan de dar a luz. Ahora amamantaban a sus bebés y yo no quería ni mirar. Estaba monitorizada por varias máquinas y harta.
Escuchaba que en los pasillos hablaban de una bebé que tuvo que nacer a las 25 semanas porque la mamá tenía muchos miomas. Tenía terror de lo que podían decir.
Cuando salía de recuperación, una dra. que jamás volví a ver me dijo: " Tu hija está bien, es una luchadora" con una sonrisa en la cara que no se imaginan cómo me llegó al alma, la enfermera que me llevaba me dijo: ¿Ves? ¡alégrate! el corazón me latía a mil.
No pude ver de nuevo a mi marido, no vi a mi hermana y menos a mi hija. Me subieron a mi cuarto casi a medianoche. Las enfermeras de ginecología se alegraron mucho de verme de vuelta, pero no tanto como para complacerme con la pizza a domicilio que les pedí.
Una enfermera se me acercó y me entregó un papel que guardo como un tesoro, era de mi querido Fla. Decía: "Amor, estuve con Miranda un ratote largo, está bien y los dres dicen que todo va fino. Ahora voy a darle las buenas noches y me voy a casa. Te amo, fuiste una gran chica hoy".
"Estuve con Miranda un ratote largo". Eso sonaba a gloria para mi. "Los Dres. dicen que va todo fino". Mi corazón se llenó de tanta alegría que casi explota, el optimismo nunca se fue de mi lado desde entonces. "Voy a darle las buenas noches"... mi vida soñada, mis dos amores.
Ese fue el primer día de nuestras vidas juntos.
No conocí a mi hija hasta el día siguiente. No la tuve en mis brazos hasta 18 días después.